La Dra. Anussa, originaria de Maputo, Mozambique, ha dedicado su vida a la medicina. Comenzó sus estudios en la Facultad de Medicina de la Universidad de Mondlane en 2007 y, tras graduarse en 2013, comenzó a trabajar como médica en el Hospital Geral de Mavalane. Fue durante estos años que descubrió su verdadera vocación: la oftalmología. 

Gracias al apoyo de Ojos del mundo, hoy, la Dra. Anussa se encuentra en España, realizando prácticas en el Hospital Sant Joan de Déu, donde sigue formándose en esta especialidad que tanto le apasiona. 

En esta entrevista, nos explica su recorrido profesional, los retos que ha enfrentado en Mozambique, y cómo su experiencia, trabajando en un entorno con recursos limitados, le ha motivado a seguir creciendo y aprendiendo cada día. 

Su testimonio es un claro ejemplo de cómo el modelo de intervención de la Fundación, basado en la formación, la prevención y la atención integrada en los sistemas públicos de salud, consigue resultados sostenibles y transformadores. Gracias, Hermenegilda, porque con profesionales comprometidos como tú, avanzamos hacia un mundo donde el derecho a la visión sea efectivo.

¿Qué fue lo que te inspiró a especializarte en oftalmología y luchar por mejorar la visión de las personas en tu comunidad? 

Desde que finalicé la carrera, atravesé diferentes etapas que fueron creando mi camino profesional. Durante el quinto año de medicina, cursé la asignatura de oftalmología, que combinaba teoría con práctica. Fue en ese momento cuando tuve mi primer contacto con esta especialidad, asistiendo a consultas y observando de cerca la evolución de los pacientes. Sin embargo, lo que realmente marcó un antes y un después fue presenciar por primera vez una cirugía de cataratas con microscopia quirúrgica. Me sorprendió ver como, gracias a un procedimiento tan preciso, un paciente podía recuperar la visión al día siguiente. Esta experiencia hizo darme cuenta del impacto real de la oftalmología y despertó mi interés por especializarme en esta área. 

Escogí la oftalmología porque, además de ser una disciplina apasionante, hay una gran necesidad de especialistas en Mozambique. 

Sabemos que en Mozambique la ceguera evitable es una gran preocupación. ¿Hay alguna historia personal que te haya marcado y que te haya llevado a querer cambiar la realidad de muchas personas en tu país?

Durante mi tiempo en el servicio de urgencias del Hospital Geral de Mavalane, atendí a muchos pacientes, lo que me permitió comprender de cerca las dificultades que enfrentan quienes no tienen acceso a una atención médica oportuna. Fue un trabajo intenso y desafiante, pero cada vida que salvé me reafirmó la importancia de mejorar el sistema de salud. Más tarde, en el área de neonatología, trabajé con recién nacidos y con sus familias, lo que me hizo aún más consciente de la vulnerabilidad de muchas personas. Estas experiencias despertaron en mí el deseo de transformar la realidad de quienes padecen enfermedades evitables, como la ceguera, y me motivaron a buscar soluciones que puedan cambiar la vida de muchas personas en Mozambique. 

Tu experiencia en Sant Joan de Déu te está dando una perspectiva diferente. ¿Qué es lo que más te impactó de la tecnología o los métodos que has visto aquí y cuáles consideras que podrían aplicarse en Mozambique? 

En el Hospital Sant Joan de Déu, trabajo con niños y niñas. Este hospital tiene una realidad completamente diferente a la de Mozambique. Aquí, todo funciona de manera excelente. La atención que los profesionales brindan a los niños es muy humana y cálida, y el acceso a la tecnología es impresionante. Además, la medicina está basada en evidencias, con numerosos estudios científicos que apoyan las prácticas. He visto muchos dispositivos y equipos que no están disponibles en Mozambique, donde, incluso algunos de los aparatos que tenemos no funcionan correctamente. Aquí, el acceso a los medicamentos y herramientas diagnósticas para problemas oculares es muy completo. 

Lo que más me está sorprendiendo es el sistema de gestión de datos. En Mozambique, cada paciente tiene un cuaderno físico con su historial clínico, y si se pierde, se pierde toda la información. En cambio, aquí todo está informatizado y archivado, lo que facilita un seguimiento mucho más eficiente de los pacientes. 

Otra cosa que también me sorprende gratamente es que aquí los padres acompañan a los niños al médico, a diferencia de Mozambique, donde generalmente es la madre quien lo hace. 

La infraestructura sanitaria en Mozambique enfrenta muchos retos, ¿Cuáles son los principales desafíos que enfrentan los médicos locales como tú en las zonas rurales y remotas? 

Uno de los principales retos que enfrentamos es la alta demanda de pacientes y la falta de recursos humanos. Hay un gran número de personas con problemas de salud ocular, y atendemos entre 30 y 50 pacientes por día, de media. 

Además, la escasez de material quirúrgico es otro factor crítico. A menudo nos faltan instrumentos necesarios para realizar las cirugías en condiciones mínimamente aceptables, lo que afecta al resultado final de los procedimientos. Para nosotros, es fundamental obtener buenos resultados en cada cirugía, por lo que esta falta de recursos es un desafío constante. 

Otro reto que enfrentamos son las cancelaciones de cirugías debido a casos urgentes en otras áreas. En las zonas rurales, la situación es aún más compleja, ya que hay pocos profesionales de la salud ocular, lo que dificulta aún más el acceso de la gente a una atención adecuada. 

¿Qué diferencias encuentras entre la vida cotidiana en Mozambique con la de España? 

Vivo en Maputo y la diferencia con España es notable, especialmente en lo que se refiere al transporte. Allí, el acceso es limitado y las distancias que deben recorrer los pacientes para recibir atención son muy largas. En las zonas rurales, muchas personas dependen de caminar o usar bicicleta para llegar a los centros de salud, cruzando puentes precarios. 

En la ciudad, el transporte público es escaso, lo que provoca largas esperas, y muchas áreas rurales no tienen acceso a este servicio. Esto hace que muchas personas, ya sea por el coste o el tiempo de espera, decidan no asistir a las consultas. 

El acceso al agua es un desafío importante, especialmente en las zonas rurales y periurbanas. Muchas personas no tienen agua potable de forma regular, lo que dificulta una higiene adecuada. Esta falta de acceso contribuye a la propagación de infecciones oculares, ya que una limpieza insuficiente de los ojos y las manos aumenta el riesgo de enfermedades y complicaciones evitables. 

¿Tienes algún proyecto futuro en mente que combine tu conocimiento en oftalmología y tu pasión por tu país? 

Sí, una de las cosas que me gustaría implementar es crear un horario para atender a los pacientes, es decir, asignar un horario específico a cada uno. Uno de los problemas más comunes allí es que se acumulan muchos pacientes porque no hay una agenda organizada. Aunque no tenemos un sistema informatizado para ello, quiero hacer una prueba piloto para ver si realmente se puede implementar. 

También me gustaría concienciar a la gente sobre la importancia de cuidar su vista. Muchas veces, cuando sienten algún síntoma, empiezan a tratarse con remedios caseros, como hierbas, y sólo cuando el problema empeora deciden ir al hospital. Lo ideal sería que acudieran al médico cuando notaran los primeros síntomas. 

Mi deseo es seguir aprendiendo y poder traer estos nuevos conocimientos de vuelta a Mozambique para mejorar la calidad de vida de quienes más lo necesitan, devolviéndoles no sólo la vista, sino también la esperanza.