Josep Antoni Pujante i Conesa es un médico con una carrera muy extensa y diversa. Licenciado en Medicina y Cirugía por la Universidad de Barcelona, doctorado y diplomado en varias especializaciones, ha ocupado varios cargos de gestión, y actualmente es director de Relaciones Internacionales y Cooperación Sanitaria del Departamento de Salud de la Generalitat de Cataluña.
Es presidente del Panathlon Internacional de Barcelona y autor de 20 libros. Ha pronunciado más de 300 conferencias en varios países y ha recibido 18 condecoraciones nacionales e internacionales. Además, fue el primer médico del Estado español en subir al Everest.
Es colaborador de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y forma parte de consejos de administración de empresas públicas y consorcios. A Ojos del mundo tenemos el honor de tenerlo como patrón desde el año 2015.
En los últimos 35 años ha participado en varias misiones diplomáticas, institucionales y de cooperación en varios países del mundo. Hace unas semanas volvió del continente africano donde visitó el proyecto que Ojos del mundo tiene en los campamentos de personas refugiadas saharauis en Tinduf, Argelia. Allí tuvo la oportunidad de conocer de primera mano la realidad de una población con necesidades de atención sanitaria ocular, así como la contribución de la Fundación en este territorio. En esta entrevista nos comparte su experiencia y las reflexiones sobre Ojos del mundo.
¿Cómo y cuándo conociste la Fundación? ¿Qué relación tienes actualmente?
Conocí la Fundación Ojos del Mundo cuando se creó, hace más de 20 años; tenía buena relación con el presidente Rafael Ribó y con el Dr. Borja Corcóstegui, con quien habíamos trabajado en el mismo centro desde el año 1974. Después cuando fui director de Vall d’Hebron, el 1987, el Dr. Corcóstegui ya era jefe del Servicio de Oftalmología. Recuerdo que una de las primeras reuniones, el 2003, se celebró en la primera sede del IMO y planificamos un viaje a Bolivia, ya que el único proyecto entonces era el de los campamentos saharauis. También estaba Núria Ramon, a quien conocía de la Generalitat. En aquella época yo era director de Cooperación Sanitaria Internacional del Instituto Catalán de la Salud y ya llevaba muchos años de experiencia en cooperación sobre el terreno como cirujano (desde 1983).
¿Qué opinas de la evolución que ha efectuado Ojos del mundo desde sus inicios?
La evolución de Ojos del mundo ha sido espectacular. A base de rigor, seriedad, trabajo y unos proyectos muy estudiados, definidos, evaluados y en permanente actualización, se han logrado unos objetivos que parecían impensables hace veinte años. Solo hay que fijarse en los indicadores de actividad; lo reflejan todo. Incremento de actividad, penetración en el núcleo del sentimiento de la población, tanto en Sáhara, como Bolivia, Mali o Mozambique, y valoración por parte de los ciudadanos de los países donde se está trabajando para evitar –con éxito incuestionable– la ceguera evitable.
¿Qué impresión tienes de la atención ocular en los territorios donde actúa la Fundación?
Se está haciendo una gran tarea. Esto es un mérito compartido, entre las personas que dirigen la Fundación; no me refiero al Patronato de la Fundación, pues nosotros tenemos una tarea institucional de consejo rector, sino a los profesionales que dirigen la Fundación y los que desarrollan una tarea admirable como facultativos, como técnicos, como logistas sobre el terreno… Tanto médicos como enfermeras, auxiliares y personal de apoyo están absolutamente sensibilizados y llevan a cabo una tarea comprometida con ilusión, con una motivación y una dedicación dignas de todo elogio. Los resultados de haber devuelto la visión a tantas personas, con intervenciones quirúrgicas o con tratamientos complementarios o con medios ópticos, gafas, etc., ha cambiado la vista y la vida a miles de personas que no tenían acceso al derecho básico de la salud visual.
¿Qué cambios has visto en los campamentos desde que fuiste hace 20 años hasta ahora?
Los cambios han sido impactantes. Hace veinte años llegué a Tinduf desde Orán por carretera, en un largo viaje por el desierto. Este año hemos aterrizado en un aeropuerto moderno en Tinduf, volando directamente desde Argel, la capital de Argelia. He percibido una mejor organización política y una estructura social y sanitaria más evolucionada. Siguen faltando infraestructuras, pero hay más cemento y hormigón en las construcciones, que antes eran solo de barro y abono. También las comunicaciones, carreteras asfaltadas que permiten mejores recorridos por la zona, con más seguridad. También las posibilidades de evacuación de los pacientes que requieren ser tratados en Argel, Orán o Europa. El acceso a los servicios de salud ha mejorado, a pesar de que todavía queda mucho por hacer; pero quiero remarcar que lo que tiene un altísimo grado de aceptación y valoración por parte de la población saharaui es la atención visual, el servicio que presta el dispensario de la Fundación Ojos del mundo. Los pacientes y sus familias tienen un gran aprecio por este servicio y por el trato que reciben de los profesionales, no solo clínico sino humano; esto es muy importante para personas que viven en un lugar remoto y alejadas de muchas comodidades.
También he observado el cambio tecnológico. El hecho de que casi todo el mundo disponga de teléfono móvil y el acceso a internet para trabajar con el ordenador supone un cambio considerable. Están comunicados con el mundo, pueden hablar con parientes en países lejanos, se pueden coordinar entre ellos en las diversas wilayas y pueden enviarse informes médicos e imágenes de telemedicina, etc.
¿Qué es lo que más te ha impresionado del proyecto que Ojos del mundo tiene en los campamentos y cómo crees que está impactando en la salud ocular de la población saharaui? ¿Cómo valoras el compromiso de las autoridades saharauis con la salud ocular?
El proyecto de la Fundación en los campamentos es un ejemplo de cooperación internacional, impresiona a cualquiera. Con la mínima estructura, que es mucho más que la inicial, permite desplegar una actividad ingente, nunca vista en aquellas tierras donde, además de la patología oftálmica, se percibe una fatiga moral por los muchos años de malvivir en unos territorios que no son los suyos, su patria histórica y añorada.
Este proyecto fue el primero que afrontó Ojos del mundo e hizo honor a su nombre, empezó a devolver la visión a casi todo el mundo que lo precisaba. Una actividad nunca vista –nunca mejor dicho– a lo largo de la historia de los campamentos de refugiados. Se procedió a unos diagnósticos esmerados por parte de los profesionales y con tratamientos muy protocolizados. El resultado fue el deseado. Ha tenido y tiene una repercusión imponente en la vida de personas condenadas a no ver nunca más, a vivir en la oscuridad. Esto ha generado unas muestras de agradecimiento y de admiración próximas al milagro. Y es muy comprensible. Esta tarea y los sentimientos que provoca no se pueden resumir solo con datos estadísticos. Más allá del aspecto cuantitativo tenemos que valorar las cuestiones cualitativas y esto no es medible, es un sentimiento, una suma de emociones que no se expresan con palabras. Este buen trabajo de Ojos del mundo ha cambiado la vida de las personas mayores, que creían que nunca más podrían ver, leer, disfrutar de los nietos, a causa de cataratas u otras patologías oculares y ha cambiado la vida de los jóvenes y adultos, que pueden volver a estudiar, o a dedicarse a sus tareas laborales. Con patologías graves de retina, que años atrás nadie hubiera podido resolver en medio del desierto del Sáhara, Ojos del mundo lo hace posible.
¿Qué funciones esenciales ejecuta el Patronato de la Fundación?
Nuestra tarea es la propia de cualquier Patronato, como un consejo de administración, que debe tener la mirada –y buena vista– global, de conjunto de todos los proyectos y fijar las líneas de acción ratificando las propuestas de la dirección general de la Fundación y de los profesionales del Comité de Dirección. Es una función gratificante, pues todos los miembros del Patronato estamos firmemente comprometidos con los valores de la Fundación. En mi caso, que tengo el honor de representar la Generalitat de Cataluña como Gobierno, además del Departamento de Salud, la misión es estar informado para informar al consejero o consejera y a la vez supervisar los proyectos apoyando todas las acciones una vez estudiadas a fondo.
Muchas gracias al presidente, al vicepresidente y al resto de compañeros del Patronato, especialmente al representante de la ONCE, pues entre todos trabajamos con entusiasmo y convicción por un mundo mejor y más justo.