Para María, la salud ocular de sus hijos ha sido motivo de cuidado y preocupación, pero múltiples barreras culturales, de género y económicas frenaron, durante años, el acceso de Edgar, su primogénito, a la atención ocular que requería.
La intervención de la maestra, la implicación de la comunidad educativa y el apoyo de Ojos del mundo cambiaron el rumbo de la vida de Edgar: pudo ser diagnosticado y recibió el tratamiento que necesitaba para continuar con su escolarización.
Esta actuación oftalmológica significó, también, un punto de inflexión en la vida de María, que ahora es una mujer empoderada e implicada en la promoción de la salud ocular en la comunidad de Oruro, donde reside.
¿Cuál era la situación de Edgar hace dos años, antes de entrar en contacto con la Fundación?
Tenía su ojito rojo, se lo tocaba mucho y tenía los objetos cerca, pero tenía que palparlos para poder agarrarlos, no podía jugar mucho, pues se caía a cada rato. Durante la pandemia no podía hacer sus tareas, porque no podía ver la pantalla de su celular. En pocas palabras, era un niño que ya no sonreía y estaba todo el tiempo triste.
¿Qué fue lo que le hizo darse cuenta de la necesidad urgente de buscar ayuda oftalmológica?
Su profesora en la pandemia vino varias veces a mi casa para decirme que llevara a Edgar al oftalmólogo, porque estaba mal de sus ojos, pero yo pensé que se le pasaría, que era algo momentáneo. Eso fue hasta que mi pareja me hizo notar que ya no veía las cosas que estaban delante de él y su ojo estaba más rojo.
¿Qué obstáculos y circunstancias tuvo que superar para conseguir facilitarle a Edgar la atención ocular que necesitaba?
No tenía conocimiento sobre el cuidado que se debe tener con los ojos, pensaba que si se te ponían rojos o te ardían se te pasarían en un rato. Un poco antes de la pandemia, llevé a mi hijo a un doctor del Hospital General de Oruro y me dijo que tenía que llevarlo a La Paz a que lo atendieran. Me regañó y me gritó que no podía hacer nada por mi hijo y que tenía que llevarlo a La Paz. Pero yo no tenía plata así que pensé que ya se le pasaría. Luego vino la pandemia y Edgar se puso peor de sus ojos, pero mi pareja no quería hacerse cargo de que lo atendieran, pues no es su hijo y tampoco tenía mucha ayuda para poder curarlo.
¿Cómo entró en contacto con Ojos del mundo? ¿En qué sentido cambió la vida de Edgar, la suya y la del resto de su familia cuando recibió el apoyo de la Fundación?
La profesora de Edgar se dio cuenta de que él no estaba entrando a sus clases virtuales, así que vino varias veces a buscarlo a casa y hablar conmigo para conseguir que atendieran a mi hijo de su ojito. La profesora me puso en contacto con la licenciada Ruth, desde entonces me han ayudado hartísimo para que puedan atender a Edgar.
Primero hicieron que lo viesen en el hospital en plena pandemia y me enseñaron que podía usar el Seguro SUS. Me acompañaron para que pudiera hacer mis papeles, tenía que salir con mis tres hijos, porque no tenía quien los cuidase. Luego me enseñaron que podía organizarme con las personas de la comunidad, para que me ayudasen con el transporte para poder llevar a Edgar hasta la ciudad de La Paz y así mejorar de sus ojos.
La primera vez que tuvimos que viajar a La Paz, nos llevaron en el en el auto de Ojos del mundo desde Oruro, en plena pandemia y existiendo restricciones por confinamiento. Me orientaron en todos los trámites que tenía que hacer para que atendieran a Edgar. Para los siguientes viajes, personas de la comunidad y la junta de padres de familia de la escuela de Edgar nos organizamos para que pudiera seguir con el tratamiento de Edgar en el Instituto Nacional de Oftalmología.
La vida de mi hijito ha cambiado muchísimo desde que estoy con Ojos del mundo, pues ya puede ver, tiene sus lentes que yo no podía comprarle, ya puede hacer sus tareas y puede hacer sus deberes como bordar. Lo veo sonreír, jugar con sus hermanitos. Nuestra vida ha cambiado, ahora sé que es muy importante hacerles revisar sus ojos dos veces al año. Además, sé que cuento con personas que me pueden ayudar si nos organizamos, no estoy sola, aunque mi esposo me haya dejado, puedo hacer muchas cosas, por mí y por mis hijitos.
¿En qué está trabajando ahora? ¿Cuál cree que es la mejor forma de ayudar a las madres de familia para que puedan proporcionar revisiones oculares periódicas a sus hijos?
Dejé de trabajar hace tres meses porque estuve hospitalizada, ahora me estoy recuperando. Creo que la mejor manera de poder ayudar a las otras madres es informándoles de lo que deben hacer en caso de que sus hijos necesiten atención del oftalmólogo, compartirles todo lo que hice con mi hijo y como ha mejorado. Me he formado como promotora en salud ocular, así que aprovecho para hablar de la salud ocular en las reuniones de padres de familia en la escuela y en reuniones con mis amigas y familia, siempre indicándoles cuántas veces tienen que ir al oftalmólogo con sus familias, cómo deben cuidar sus ojos y también que pueden usar el seguro SUS.
¿Qué cosas cree que deben cambiar en Bolivia (Oruro) para mejorar el acceso de las personas a la salud ocular?
Deberían hacer un hospital en Oruro para que los niños que lo necesiten puedan ser atendidos, para no tener que viajar y que les den una buena atención, sin que te griten y te traten mal. Hacer que las personas que no tienen recursos puedan ser atendidas también y dar mucha información para el cuidado de las personas.
¿Con qué tres palabras definiría el apoyo que ha recibido de la Fundación Ojos del mundo?
Ojos del mundo te cambia la vida.