Nicolás Cortés es un historiador, especializado en el continente africano, que ha trabajado en el ámbito de la cooperación internacional desde el año 1994, cuando empezó en entidades sindicales y oenegés. Posteriormente, derivó su tarea profesional dentro del Ayuntamiento de L’Hospitalet de Llobregat hacia el cargo de concejal de Cooperación y, actualmente, es el director del Programa de Cooperación y Solidaridad.

El Ayuntamiento de L’Hospitalet es pionero en desarrollar un plan director en cooperación y, juntamente con Barcelona, desde el año 2000 ha demostrado su voluntad política para realizar proyectos de ayuda en los países más necesitados. Desde el 2004, el Ayuntamiento de L’Hospitalet apoya los proyectos internacionales de Ojos del mundo.

¿Cuál ha sido tu tarea de ayuda en los países que has visitado?

He tenido dos facetas: la de cooperante y la profesional. Como cooperante, he dado clases de formación sindical en el norte de Marruecos, en Cuba, en Perú… Allí explicaba temas de formación laboral básica y me preocupaba por el estado de los sistemas de producción.

Como profesional, he hecho un poco de todo. He estado en programas municipalistas en Bolivia y el Líbano, programas para el desarrollo en Guinea Ecuatorial, en Marruecos, en India, y en algunos programas humanitarios. Tenemos claro que nosotros nos centramos en programas de desarrollo, por lo que intentamos involucrarnos en los mínimos programas humanitarios.

El hecho de haber estudiado en profundidad la historia de África, ¿te ha permitido desmitificar falsos imaginarios respecto el continente?

Lo primero que se debe tener claro cuando se habla de África es que no es solo una, son muchas Áfricas. Hay que relativizar, porque no es lo mismo la zona del norte, la más árabe, donde el Magreb es una cosa y Egipto es otra o la zona occidental, donde hay países actualmente muy democratizados que van avanzando paulatinamente. Tampoco es lo mismo la zona de Sudáfrica, que tiene un nivel de desarrollo muy elevado.

Es cierto que algunos elementos culturales les han impedido desarrollarse a nuestro nivel, aunque también hay que tener en cuenta el impacto letal que tuvo la colonización europea y el impacto que está teniendo actualmente la china.

África y Europa están llamadas a llevarse bien, porque son vecinas. Es una absoluta necesidad cooperar con África a nivel económico y tecnológico.

Como experto en cooperación internacional, ¿cuál crees que es la mejor manera de cumplir con los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible y disminuir las desigualdades existentes en determinadas partes del mundo?

Lo primero que hay que hacer es visualizarlo: que la ciudadanía lo conozca y que sepa que los estados han firmado un acuerdo. Es imprescindible que la ciudadanía sea consciente de ello para luego presionar a sus gobiernos para que cumplan con sus obligaciones.

Estamos hablando de realidades concretas, ya no hablamos de caprichos ni de utopías que nos lleven a un mundo mejor. Ahora se trata de supervivencia. Por tanto, los objetivos de desarrollo sostenible deben estar presentes en cualquier espacio de gobierno y se debe exigir su cumplimiento.

¿Crees que es imprescindible que las instituciones municipales tengan áreas como la que diriges respecto a la ayuda a países con menos recursos?

Yo creo que en una administración pública, en el momento en que tienes funcionarios trabajando en un tema, es cuando ese proyecto tiene futuro. Hasta que no veas que hay un responsable con nombre y apellidos que tenga una plantilla de trabajadores a su cargo, no puedes asegurar que un proyecto se vaya a poner en marcha.

Otro elemento es el dinero, la partida económica. En L’Hospitalet, desde 1989, tenemos una partida económica concreta para temas de cooperación, que se ha ido aumentado con el paso del tiempo.

Desde hace 15 años el Ayuntamiento de L’Hospitalet da soporte económico a los proyectos de Ojos del mundo en Bolivia, Sáhara y Mali. ¿Conocíais antes la problemática que hay en estos países en referencia a la salud ocular?

La situación de pobreza sanitaria sí la conocíamos, pero no teníamos constancia de la situación oftalmológica. No sabíamos que en el Sáhara había unos problemas específicos de vista relacionados con la edad y el desierto. Para nosotros, hablar con Ojos del mundo nos ha permitido abrir una perspectiva nueva que no conocíamos. Generalmente, cuando hablas de salud te refieres a pandemias, potabilización del agua, pero nunca te paras a pensar en algo tan simple, y a la vez tan complejo, como la visión. Supongo que a vosotros os ha enriquecido trabajar con nosotros, pero a nosotros como Ayuntamiento aún más.

¿Qué opinión te merece el trabajo que hace la Fundación Ojos del mundo?

Muy positiva, porque en vuestro caso el voluntariado que hacen las personas es impagable, ya que lo hacen especialistas de primer orden. Que contéis con los oftalmólogos, que es lo más caro que puede haber, y que además forméis a personal local es un logro muy importante como entidad. En el mundo de la cooperación la buena voluntad se nos presupone a todos, pero lo que se necesita sobre todo es gente técnicamente sólida. Este es uno de los principales réditos que tenéis como entidad: haber involucrado en el voluntariado a profesionales de primer nivel técnico.

¿Con qué tres palabras definiría la Fundación?

Eficacia, esperanza y calidad de vida.