¿Cuándo y por qué te surge la inquietud de recrear medios de transporte aéreos y marítimos en esculturas y pinturas?
De hecho, esto comienza a principios de los años 80 cuando me interesa, junto con las máquinas de las que ya mostraba cierto interés, descubrir territorios nuevos y, sobre todo, dos mundos desconocidos, como son el fondo del mar y el espacio exterior.
Las máquinas que comienzo a hacer entonces son máquinas que te permiten viajar hacia estos territorios: son los submarinos, son los aviones… Al final son máquinas que te permiten soñar, como explorar todo este mundo, todo este territorio tan interesante.
¿Qué reacción pretendes que tenga el espectador ante tus obras?
Pretender… no pretendo nada. Intentas que quizás despierte alguna emoción en la persona, en la gente que ve la obra; y que algún recuerdo pueda salir a la luz, alguna pequeña memoria grabada en el tiempo… Y, a través de la visión de la obra, esto acabe aflorando.
¿Qué has querido simbolizar con la escultura que has donado a Ojos del mundo? ¿Qué mensaje pretendes dar? ¿Qué te inspiró?
De hecho la escultura está basada en uno de los temas recurrentes en mi obra, que van apareciendo de vez en cuando, que es el tema de la barca.
La barca tiene esta forma en cierta medida como muy dulce, como si fuera una sonrisa. Vista desde arriba es de forma elíptica, que es como la forma del ojo. Y, en este caso, he situado encima una bola del mundo, la representación de una bola del mundo dorada, que vendría a ser lo que es el iris, la pupila; y visto desde encima, estamos viendo un ojo.
La forma del mundo dorada: el dorado me remite de alguna manera a todo lo sagrado, lo que es importante; y, como tiene este efecto (tiene un baño de oro y tiene efecto espejo) al final, cuando tú estás mirando aquello, te estás viendo a ti mismo. Todo ello habla de viajes, habla de memoria, habla de recuerdos, habla de proyectos…
Tus obras están en museos y salas de todo el mundo, pero ¿habías colaborado antes con alguna ONG como Ojos del mundo?
Todos los años 90 y hasta principios de los años 2000 había muchas entidades sociales y muchas ONG y organizaciones que pedían a los artistas algún tipo de colaboración, bien con la donación de una obra para subastas o una aportación para el fondo de arte. Y eso era algo habitual. Últimamente esto no ocurre tan a menudo.
Yo recuerdo especialmente una colaboración que para mí fue importante, que fue con la Cruz Roja.
¿Cuál crees que debe ser el papel del arte en la transformación y la justicia social?
El arte tiene un papel en el campo de la cultura. Por sí mismo quizás no consigue demasiadas cosas, pero en cuanto a los valores humanos, en cuanto a que el hombre se enriquece, en cuanto nos hace a todos más solidarios, más colaboradores, en cuanto de alguna manera nos abre los ojos a la sensibilidad… aporta valores, toda esta exploración, todo este intento de llegar a conseguir una justicia social para todos.
¿Conoces la problemática que existe en los países donde Ojos del mundo trabaja en referencia a la salud ocular? ¿Qué opinión te merece el trabajo que hace la Fundación Ojos del mundo?
De hecho lo conocía muy tangencialmente, es decir, a través de notas de prensa que podía leer en el periódico, en revistas, y quizás, esporádicamente, algún amigo que viajaba llevaba alguna noticia de cómo estaba la situación en general debido a la pobreza o la miseria, en algunos casos, en muchos de estos países y poco más. De hecho, ha sido a través del contacto con Ojos del mundo que ya me he enterado mucho más de esta problemática y del trabajo que están haciendo, que me parece absolutamente impresionante.
¿Con qué tres palabras definirías la Fundación?
Con tres palabras: ciencia, generosidad y valores.