Actualmente en Bolivia viven más de 300.000 personas con alguna discapacidad visual, una cifra que aumenta año tras año. Además, muchas de estas personas sufren más de una discapacidad, pero no reciben por ello más ayudas. Por eso la implicación de Ojos del mundo es fundamental para que puedan recibir tratamientos y apoyo.

En el día a día de la Fundación conviven constantemente historias de personas que necesitan ayuda y personas dispuestas a ofrecérsela. Personas con discapacidades, como Anselma, y profesionales que ponen al servicio de sus pacientes su capacidad y experiencia, como Gabriela.

 

La historia de Anselma Apaza

En septiembre participamos en el taller de género en el viceministerio de Oportunidades y Justicia (Oruro). Allí conocimos a Anselma Apaza. Una mujer de 50 años de Sud Yungas (Mina Chojalla), una zona muy humilde y con una población con escasos recursos para subsistir.

Anselma sufre una discapacidad físico-motora que le dificulta el desplazamiento cotidiano, pero aún así se ha visto obligada a moverse por distintas ciudades en busca de trabajo y una mejor calidad de vida para ella y su familia.

Hace 17 años, en uno de estos viajes, Anselma sufrió un accidente que le causó un trauma ocular y provocó que, poco a poco, fuera perdiendo la visión. Además, a principios de este año, tras una cirugía de cataratas con complicaciones, perdió la visión del ojo derecho. Con lágrimas en los ojos acudió a nosotros. Tras realizarle una revisión ocular, comprobamos que sus dioptrías en el ojo izquierdo daban una percepción de luminosidad, por lo que pudimos entregarle unas gafas graduadas para mejorar su visión. Unas gafas que le cambiarán la vida, ya que ahora puede desenvolverse con mayor autonomía.

 

Gabriela Dalence, cirujana oftalmóloga

Gabriela tiene 39 años, es de Oruro, y colabora con Ojos del mundo en el departamento de Tarija (Bolivia), una zona que cuenta con muy pocos profesionales oculares.

Además de sus 8 años de experiencia en cirugía oftalmológica, cuenta con un largo recorrido en el trato con personas con escasos recursos, algo muy común en estas zonas. Actualmente atiende a más de 200 pacientes y dedica especial atención en promover la importancia de la salud ocular y la prevención entre los más jóvenes, para que aprendan qué medidas pueden evitar futuros daños en la visión, minimizando así los costes de los tratamientos médicos oftalmológicos que llegan a ser prohibitivos para la economía de una familia boliviana. Y, aunque sus jornadas de trabajo son largas y cada día vive situaciones que conmueven y emocionan, concluye su testimonio con una sonrisa y con una simple descripción de por qué realiza esta labor: “Me hace feliz”.