“Nadie estará seguro hasta que todo el mundo esté seguro” es la frase más repetida entre los responsables de la salud a nivel mundial desde que irrumpió la pandemia de la COVID-19 y que actualmente reescriben los epidemiólogos como “no habrá seguridad para todos mientras la vacunación no sea un hecho en todos los países”. La crisis sanitaria solo se podrá controlar una vez las vacunas estén disponibles para las poblaciones de todos los países del mundo.
Si bien el calendario de vacunación en países de nuestro entorno ya está en marcha, la mayoría de los países africanos no han recibido todavía ninguna dosis, poniendo más en evidencia las desigualdades entre países, comunidades y personas de todo el mundo.
En Malí, donde la Fundación Ojos del mundo implementa un proyecto integral de salud ocular desde el año 2008, las autoridades sanitarias estiman vacunar poco más de 4 millones de personas, un 20% de la población, y esperan para el mes de abril la llegada del primer lote de vacunas (800.000 dosis), a través de COVAX. COVAX es una iniciativa impulsada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Alianza para la Vacunas (Gavi) que pretende garantizar un acceso igualitario a las vacunas contra la COVID-19.
La situación en Malí es parecida a la que se prevé en otro de los territorios en que Ojos del mundo lucha contra la ceguera evitable, Mozambique, donde el gobierno tiene intención de vacunar cerca de 6 millones de personas (de los casi 30 millones de habitantes del país) a partir del mes de julio, puesto que no se espera que lleguen las vacunas hasta el mes de junio. Alternativamente al COVAX, las autoridades mozambiqueñas han adquirido también 500.000 dosis procedentes de la India.
El coste de las vacunas es la primera causa en el retraso de la inmunización en el continente africano y el principal obstáculo para garantizar el acceso a las vacunas por parte de todas las personas del mundo, independientemente de sus capacidades económicas. El COVAX, que se proponía entregar 2.000 millones de dosis el 2021, solo tiene cerrados contratos por la mitad.
Pero que el continente africano (el segundo en número de habitantes) sea el último en cuanto a campañas de vacunación también es consecuencia de otros condicionantes como las dificultades logísticas para la distribución de las vacunas que necesitan refrigeración, la desconfianza por parte de la población frente a la eficacia o los posibles efectos adversos de las vacunas y, muy significativamente, el acaparamiento de dosis por parte de diversos países occidentales, que han firmado acuerdos adicionales con los laboratorios que fabrican las vacunas, y que tienen reservas superiores en número incluso de sus poblaciones.
Por esto, desde la Fundación Ojos del mundo, en línea con los postulados de la OMS, reivindicamos un acceso global y equitativo a las vacunas contra la COVID-19 porque la inmunidad a escala mundial solo llegará si no dejamos a nadie atrás.
Así mismo, desde nuestra experiencia como entidad de cooperación al desarrollo en el ámbito de la salud, hemos apoyado y seguimos apoyando a las autoridades sanitarias en la lucha contra la COVID-19 en los territorios donde tenemos proyectos en marcha y, de forma destacada, fortalecemos los sistemas de salud y las redes comunitarias locales para afrontar la pandemia.