La tecnología en el ámbito de la salud adquirirá los próximos años un papel destacado. En el caso de la salud ocular, debería permitir aportar soluciones para mejorar la vida de las personas frente a una creciente demanda de atención ocular causada por el aumento y envejecimiento de la población mundial. Concretamente, se prevé que el número de personas con pérdida de visión en el mundo siga incrementando y, si no se realizan inversiones significativas, en el año 2050 habrá aumentado hasta los 1.700 millones de personas, es decir, 600 millones más que actualmente.
Estas inversiones significativas que podrían evitar la pérdida de visión en el 90% de los casos de pérdidas de visión prevenibles o curables, pasan por garantizar factores como el acceso, la calidad, la disponibilidad y la eficiencia de los servicios de salud ocular.
El reto es conseguir que las soluciones tecnológicas contribuyan a que la salud ocular sea accesible para todas las personas, superando barreras geográficas que limitan el acceso de la población más vulnerable; asequible, atendiendo a cuestiones de rentabilidad y abaratamiento de costes, y que esté disponible para todos, dotando a las comunidades de las mejores opciones preventivas y de tratamiento. Todo ello repercutiendo, en última instancia, en la mejora de los resultados de la salud ocular.
Actualmente, existen soluciones y los sistemas innovadores que facilitan, por ejemplo, que las personas a las que les resulta más difícil recibir atención ocular (el 90% de los casos de personas con baja visión viven en territorios de ingresos bajos o medios, el 73% son personas de más de 50 años y el 55% mujeres) tengan acceso a los servicios de salud ocular que necesiten.
Concretamente, ya hay disponibles opciones tecnológicas que ofrecen oportunidades para la prevención y el diagnóstico a distancia a través de plataformas de telemedicina, dispositivos de diagnóstico a distancia, como los teléfonos inteligentes para la detección de patologías oculares o dispositivos portátiles para realizar refracciones oculares, y algoritmos basados en Inteligencia Artificial para la detección precoz de patologías. Además de ofrecer también oportunidades para la formación a distancia de profesionales locales a través de la realidad virtual o aumentada para mejorar las capacidades y los conocimientos de los equipos para prestar servicios oftalmológicos de calidad.
Así mismo, trabajando en favor de la democratización de la innovación tecnológica entre las poblaciones más vulnerables, debemos asegurar que no generan más desigualdades de las que ya hay y que la transición digital sea justa. Para poder garantizar que no quede nadie atrás hace falta afrontar retos como:
- la disparidad en la infraestructura tecnológica, integrando las tecnologías con la infraestructura sanitaria preexistente y disponiendo de profesionales en mantenimiento y reparación de los equipos;
- la conectividad a Internet, teniendo en cuenta que hay zonas infra conectadas;
- la diferencia de los conocimientos digitales de los colectivos sanitarios por lo que hace falta trabajar en su alfabetización digital;
- la asequibilidad de los dispositivos y de los servicios digitales en el marco de los sistemas públicos de salud, que en según qué territorio acostumbran a ser frágiles y a contar con pocos recursos;
- el riesgo de incrementar las desigualdades si las soluciones digitales no tienen en cuenta la inclusión, por ejemplo, la accesibilidad de las personas con discapacidad o garantizando la localización lingüística;
- las carencias en la gobernanza de los sistemas de salud de los países con rentas más bajas y la poca capacidad de decisión de los gobiernos locales;
- el retorno de la inversión en el Sur Global no podrá ser el mismo que en el Norte por lo que hace falta generosidad de gobiernos y empresas;
- Ia adecuación y la priorización de la tecnología desde la evidencia científica en salud, debido a que el desarrollo de la tecnología habría que hacerlo de acuerdo con las necesidades y la disponibilidad de datos de cada contexto que, lamentablemente, no se tienen controlados en los países del Sur donde es muy difícil y costoso recoger datos para identificar necesidades y plantear innovaciones y, por tanto, tampoco se puede medir su impacto ni realizar estudios de prevalencia.
Con todo, es clave la aceptabilidad de estas innovaciones por parte de los sistemas y profesionales locales de salud, sobre todo cuando no tienen cubiertos los mínimos necesarios para desarrollar su labor más directa (equipamientos o suministros médicos).
Sea como sea, hace falta avanzar en sistemas que faciliten y garanticen el acceso equitativo a las innovaciones tecnológicas en salud ocular, especialmente para las poblaciones más desatendidas y deben realizarse esfuerzos para abordar las barreras relacionadas con la asequibilidad, la ubicación geográfica y la situación socioeconómica, así como la sensibilidad cultural y el respeto a las prácticas y los valores de cada contexto.